Muchos de los que no conocen el mundo de la trufa creen que el trabajo solo se realiza en los meses de la cosecha. Nada más lejos de la realidad ya que fuera de temporada hay un montón de actividades que realizar en nuestras fincas.
En primer lugar, para mantener a las encinas y a las trufas en óptimo estado hay que regar periódicamente, aunque teniendo en cuenta la pluviometría para no regar demasiado. Por ejemplo, recientemente hubo una precipitación de 15 litros por metro cuadrado y hemos estado unos días sin regar las zonas más húmedas. Además, como la noche alarga cada vez más y debido a la altitud de las plantaciones, el rocío empieza a ser un fijo todas las mañanas. Controlar pues, los aportes de agua, es básico.
Otra tarea de importancia capital para nuestra comodidad es la siega de la hierba para poder recolectar la trufa mejor y que los perros no se enreden o se llenen de malas hierbas.
En la misma línea, también adecentamos las carrascas, podando las ramas bajas del árbol, lo cual nos permitirá buscar en el quemado (la base que circunda el tronco).
En el apartado técnico, ahora que se acerca la temporada de recogida, ponemos a punto las cámaras de videovigilancia, conectadas a la red y que nos envían fotos a nuestros terminales en cuanto detectan un movimiento en una de las fincas.
Por último, en las fincas en las que las carrascas son todavía muy jóvenes, nos toca labrar para oxigenar la tierra, segar las malas hierbas y regar de forma excepcional si hay veranos muy secos para asegurar el correcto desarrollo de los árboles, árboles tan jóvenes que tardaran muchos años en ser adecuados para la cosecha de trufa negra.
Como veis, un montón de tareas adicionales acompañan al truficultor a lo largo del año, no solo recoger este preciado tesoro gastronómico en los meses más fríos.